martes, 29 de enero de 2013

Orgulloso de ser gamer

 Antes que todo, debo agradecer públicamente a mi iPad por darme a conocer la existencia de Another World 20th Anniversary Edition, la reedición de un juego de 1991 y que debió ser uno de los primeros a los que tuve acceso en mi niñez y que me comenzó a transformar en el granudo que ahora está un sábado en la noche jugando (y escribiendo esto), mientras la gente de mi edad debe andar remojando el gañote. 


Recuerdo que apenas vi la imagen del juego pensé: "yo esto lo he jugado antes. Estoy seguro". Y así fue. Busqué rápidamete un gameplay en Youtube y cuando comencé a ver las primeras escenas me di cuenta que Another World fue uno de los primeros videojuegos que tuve en mi PC con Windows DOS. Y claro, como no iba a recordarlo si en esa época sin internet era bien difícil tener acceso a muchos juegos y tenía que "dar vuelta" los mismos varias veces hasta que mi papá se consiguiera algún otro con sus amigos computines. 

Sin duda, recordar uno de los primeros juegos de mi vida, saber cómo se llamaba y por sobretodo, darme cuenta que podría volver a jugarlo, me llenaron de una nostalgia enorme. Esto porque considero que tengo una mala memoria, por no decir pésima y casi inexistente, pero recordar qué jugaba cuando niño me llevó a darme cuenta cuánto han marcado mi vida los videojuegos. No sólo Another World, Monkey Island, Carmen Sandiego, Prince of Persia o Prehistorik 2, entre otros, me brindaban grandes momentos de entretención y aprendizajes.

Tuve una fascinación por los videojuegos desde niño y hasta el día de hoy los sigo disfrutando de la misma manera que cuando llegaba del colegio, prendía mi computador y me pasaba un largo rato tratando de superar los desafíos que me planteaban. Claro, ahora estoy terminando la universidad y en vías de comenzar ese proceso de adultez que muy pocos quieren. Adquirir mayores responsabilidades, ganar plata, vivir solo y todas esas cosas.

Siempre he dedicado varias horas a jugar en mi PC y eso nunca ha significado que deje de lado todas las obligaciones que te va imponiendo la vida a medida que vas creciendo, porque para mí los videojuegos siguen siendo una parte primordial en mi vida, a pesar de que muchos no lo comprendan y que consideren "raro" esto de ser feliz con apretar botones, pasar etapas y putear a todo el mundo cuando uno "muere" o celebrar como campeón del mundo cuando por fin pasaste esa parte que tantos dolores de cabeza te entregó.

La nostalgia que me provocó reencontrarme con Another World me aclaró que estoy orgulloso de ser gamer. No quiero dejar de jugar nunca y luego que termine de escribir esta entrada buscaré aquel acceso directo que ha sido cliqueado tantas veces, regresaré nuevamente a los seis años y volveré a pasar horas mirando la pantalla mientras espero que mi viejo llegue de su trabajo, me salude con un beso en la frente y me diga que no pase tanto rato en el computador porque no podré dormir bien.

Lo que busca la gente es ser feliz. Aún recuerdo el año en que mi hermano me regaló un Game Boy. No puedo olvidar los momentos en que disfrutaba el único juego que venía incluído, el Joust original de 1982. Fue mi primera consola aparte del PC, ya que mis papás nunca quisieron gastar mucha plata en mi principal vicio. Sin embargo, la navidad de ese año mis viejos me dijeron que habían visto al Viejo Pascuero por afuera de la casa y que a lo mejor mi regalo estaba por ahí. Abrí la puerta, miro al piso y ahí estaba, el Pokémon Blue. Fue uno de los momentos más felices de mi niñez y nunca voy a olvidar todas esas horas en que no pescaba a nadie más que a mi Game Boy. Claro, no me molestaban mucho porque sabían que nadie me quitaba la sonrisa de la cara cuando la consola estaba encendida. Probablemente, ese año el abuelo del negocio cercano a mi casa agotó las pilas por mi culpa.



Ahora que lo pienso, quizás por eso también me encantan tanto los videojuegos, porque me recuerdan que a pesar de que los años avancen (y lo digo sólo teniendo 23 años), uno nunca quiere dejar atrás las cosas que lo hicieron feliz. Quizás quiero mantener en mí ese espíritu de niño, esa simpleza infantil que te llevaba a sentirte contento sólo con apretar unas teclas y ver al personaje en la pantalla responder a tus acciones. 

La vida sigue, el tiempo corre, pero jamás dejaré de jugar. Estoy orgulloso de ser gamer y espero que nunca se me olviden que muchos de los mejores momentos de mi vida me lo han entregado ellos: los videojuegos.





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